Herbert Marcuse (Berlín, 19
de julio de 1898 – Starnberg, Alemania, 29 de
julio de 1979) filósofo y sociólogo alemán, fue
una de las principales figuras de la primera generación de la Escuela de
Frankfurt.
Nació
en Berlín, sirvió como soldado en la primera Guerra Mundial y
participó posteriormente en la revolución socialista que fue aplastada por las
fuerzas de la República de Weimar.
Después de
completar sus estudios en la Universidad de Friburgo de
Brisgovia en 1922, regresó a Berlín, donde trabajó como vendedor de
libros. Regresó a Friburgo en 1929 para escribir una «habilitación»
(disertación postdoctoral para obtener el grado académico de profesor)
con Martin Heidegger.
En 1933,
debido a que no le sería permitido por ser judío completar su proyecto bajo
el régimen nazi, Marcuse empezó a trabajar en el Instituto de
Investigación Social en Frankfurt del Meno y, junto con Max
Horkheimer y Theodor Adorno, se convirtió en uno de los más
destacados teóricos de la Escuela de Frankfurt.
Emigró
de Alemania ese mismo año, yendo primero a Suiza y luego a
los Estados Unidos, donde obtuvo la ciudadanía en 1940.
Durante la Segunda Guerra Mundial trabajó para la Oficina de Servicios
Estratégicos de los Estados Unidos (US
Office of Strategic Services), precursora de la CIA, analizando
informes de estrategia sobre Alemania (1942, 1945, 1951).
En 1952 inició
una carrera docente como teórico político, primero en la Universidad de
Columbia y en Harvard, luego en la Universidad Brandeis
desde 1958 hasta 1965, donde fue profesor de filosofía y
política, y finalmente (ya jubilado), en la Universidad de
California, San Diego. Trabajando como profesor en esta universidad
participó activamente en los debates sociopolíticos de las décadas de 1950 y
1960, en los que se llegó a hablar de las 3M: Marx, Mao y Marcuse. Fue amigo y
colaborador del sociólogo e historiador Barrington Moore Jr. y del
filósofo político Robert Paul Wolff. En la época después de la guerra, fue
el miembro más políticamente explícito e izquierdista de la Escuela de
Frankfurt, debido a su dedicación a aplicar políticas de emancipación, como la
liberación de la mujer o las ideologías juveniles a la primera Teoría Crítica.
Empieza a ser consciente de las principales limitaciones prácticas de la
primera escuela de Frankfurt, y de la necesidad de perfilar las tesis sobre
cultura y sociedad, identificándose a sí mismo como marxista, socialista
y hegeliano. Fue además un gran aporte teórico para la emergencia de los
movimientos juveniles de protesta, como el movimiento hippie.
Marcuse murió
el 26 de julio del año 1979, después de haber sufrido
una apoplejía durante una visita a Alemania. El teórico Jürgen
Habermas, de la segunda generación de la Escuela de Frankfurt, cuidó de él
durante sus últimos días.
Pensamiento
Las críticas
de Marcuse a la sociedad capitalista (especialmente en su síntesis
de Marx y Freud, Eros
y la civilización, publicado en 1955, y su libro El hombre unidimensional, publicado
en1964) resonaron con las preocupaciones del movimiento izquierdista
estudiantil de los 60. Debido a su apertura a hablar en las protestas
estudiantiles, Marcuse pronto vino a ser conocido como «El padre de
la Nueva Izquierda» (término que él rechazaba).
La crítica
fundamental que realiza Marcuse a la sociedad moderna, desarrollada en "El
hombre unidimensional", es que el sujeto unidimensional es víctima de su
propia impotencia y de la opresión continua de un método de dominación más
complicado de lo que Adorno y Horkheimer imaginaron. Esta es la concepción del
poder por la que Marcuse se considera como puente entre la primera y la segunda
generación de la escuela de Frankfurt. Este hecho se contrasta fundamentalmente
con el capitalismo temprano, en que el movimiento proletario era una fuerza con
el potencial efectivo de derribar al régimen. El capitalismo avanzado que
describe Marcuse, en cambio, ha generado a través de los estados de bienestar
una mejora en el nivel de vida de los obreros, que es insignificante a nivel
real, pero contundente en sus efectos: el movimiento proletario ha
desaparecido, y aún los movimientos antisistémicos más emblemáticos han sido
asimilados por la sociedad y orientados a operar para los fines que la sociedad
coactiva reconoce como válidos.
El motivo de
esta asimilación, según Marcuse, consiste en que el contenido mismo de la
conciencia humana ha sido fetichizado (en términos marxistas) y que las
necesidades mismas que el hombre inmerso en esta sociedad reconoce, son
necesidades ficticias, producidas por la sociedad industrial moderna, y
orientadas a los fines del modelo. En este contexto, Marcuse distingue entre
las necesidades reales (las que provienen de la naturaleza misma del hombre) y
las necesidades ficticias (aquellas que provienen de la conciencia alienada, y
son producidas por la sociedad industrial). La distinción entre ambos tipos de
necesidades sólo puede ser juzgada por el mismo hombre, puesto que sus
necesidades reales sólo él las conoce en su fuero más íntimo; sin embargo, como
la misma conciencia está alienada, el hombre ya no puede realizar la
distinción.
La principal
necesidad real que Marcuse descubre es la libertad, entendida como el instinto
libidinal no sublimado (en términos freudianos). Para Marcuse, lo que la
sociedad industrial moderna ha hecho con el instinto libidinal del hombre es
desublimarlo, y reducirlo al exclusivo ámbito de la genitalidad, cuando en
realidad el cuerpo mismo del hombre es sólo ansia de libertad. La desublimación
del instinto libidinal y su encasillamiento en su genitalidad permiten a la
sociedad industrial moderna disponer del resto del cuerpo humano para la
producción capitalista, así como de todas las energías de los hombres.
Lo que
Marcuse quería destacar era una culturalización de la teoría de la felicidad de
Freud: principio de realidad y principio de placer no tienen por qué ser
opuestos si se consiguen revelar las causas de la infelicidad. Marcuse se opone
a lo abstracto del pensamiento racionalista cartesiano, que entiende al
individuo como sujeto ideal, descartando el valor de lo corporal y de lo
erótico.Y precisamente estos dos factores son imprescindibles para analizar el
paso del ser al deber ser en lo cotidiano del
ser humano. Esto coloca a Marcuse en una posición de vitalismo integral,
entendiéndolo como una actitud de liberación tanto individual como colectiva,
sacar a la luz lo más alejado de las convenciones, entendido por Freud como el "ello".
Para Marcuse,
la instancia fundamental de formación de la conciencia humana está en la niñez,
tal como se vive en el interior de la familia. En esta etapa, el hombre que se
está formando adquiere sus categorías normativas y todo su marco de referencia
para enfrentar el mundo. Lo que la sociedad industrial moderna ha trasmutado es
precisamente ese ámbito familiar, en que la sociedad misma alienante se ha
introducido a través de los medios de comunicación de masas, reemplazando a la
familia, y formando a los hombres con categorías que no salen de él mismo, sino
del capitalismo. Las necesidades del hombre, así como sus anhelos, sueños y
valores, todo ha sido producido por la sociedad, y de esa manera se ha
asimilado cualquier forma de oposición o movimiento antisistémico. En este
punto está la principal diferencia entre la forma de alienación que describe
Marx y la que describe Marcuse. Mientras en Marx la alienación está focalizada
en el ámbito del trabajo, donde al hombre se le arrebata su plusvalor (y por tanto
su condición humana), en Marcuse la alienación está enfocada en la conciencia
misma del hombre moderno, y por tanto no hay forma alguna de escapar a la
coacción.
A pesar de
identificar en el hombre una forma de sumisión mucho más desarrollada y difícil
de penetrar, Marcuse remarca los valores de la vanguardia en el arte cuando
habla de Bertolt Brecht o dice por ejemplo: "La lucha por hallar
este medio, o más bien dicho la lucha contra su absorción en la
unidimensionalidad predominante, se muestra en los esfuerzos de la vanguardia
por crear un distanciamiento que haría la verdad artística comunicable otra
vez" (Herbert Marcuse, “El hombre unidimensional”, pág 96). Este
distanciamiento que pretende realizar Marcuse está marcado por la intencionalidad
de alejar al ser humano del dominio que está impuesto en toda la sociedad. Y
pretende reorientar el rumbo de la cultura hacia el arte, hacia lo estético.
Marcuse
muestra un análisis muy profundo y duro en cuanto a los procesos de cambio, a
pesar de eso el reconoce "la posibilidad de alternativas" y los
diferentes caminos y sobre todo la tarea de la filosofía en este aspecto. Una
nota al pie muy curiosa de su libro "el hombre unidimensional" dice:
“Todavía existe el legendario héroe revolucionario que puede derrotar incluso a
la televisión y a la prensa: su mundo es el de los países ‘subdesarrollados’”
(Herbert Marcuse, “El hombre unidimensional”, pág 101, nota 14). Pero la
pretensión de hacer posible el distanciamiento a través del arte para evitar la
dominación, muestra claramente un problema que impide utilizarlo como medio de
evasión. Según Marcuse, el arte es capaz de sacarnos de la vida diaria, nos
hace ver la realidad de otra forma porque nos coloca en otra posición. Sin embargo,
el arte está distanciado, pero no separado de la realidad porque está
mercantilizado, por lo tanto, no se puede utilizar como medio de evasión porque
está bajo el control de la clase dominante, como el resto de los ámbitos de la
sociedad.
En diferentes pasajes se evidencia su idealismo que luego se traduce a su militancia política. Esta contradicción es reconocida por Marcuse, quien vivió en una eterna disputa teórica acerca de la interrogante fundamental de si la sociedad tenía la posibilidad o no de cambiar desde adentro y por tanto de trascender el statu quo. Está clara la existencia de esperanza en su pensamiento, aunque el análisis de la realidad y los acontecimientos se contrapongan a este tema. Para ilustrar esta contradicción, en sus conclusiones sobre el "hombre unidimensional" Marcuse cita al final una frase de Walter Benjamin que dice lo siguiente: "Sólo gracias a aquellos sin esperanza nos es dada la esperanza" (Herbert Marcuse, “El hombre unidimensional”, pág 286)
Sobre la sociedad Industrial Avanzada de Marcuse Leer aqui.
Talvez te interesen: Miriam Amaro (Sistema político Mexicano)